Ciudad, Igualdad, Felicidad, el nuevo libro de Enrique Peñalosa

El exalcalde de Bogotá presenta en este libro sus ideas sobre lo que debe ser una ciudad que nos iguale en felicidad, a través del espacio público. Para Peñalosa, las ciudades se constituyen en el punto neurálgico de redistribución de la riqueza de la sociedad, ya que las utopías socialistas −en las que creía cuando era joven−, le demostraron que no era posible generar esa igualdad a través de sistemas económicos centralizados pues generan altas ineficiencias y unas castas políticas privilegiadas que aprovechan injustamente para sí, los discursos de igualdad que dicen defender.

Ciudad, Igualdad, Felicidad, es un libro sobre urbanismo que toca y pone ejemplos de la alcaldía de Bogotá de Enrique Peñalosa pero que no versa sobre ésta. Antes bien, propone un modelo que pueda adaptarse a las distintas ciudades y sus habitantes, desde Asia hasta África, desde Amsterdam hasta Bogotá. Pasando por la economía de Mercado, las políticas publicas, los bancos de tierras, la movilidad y los parques, Enrique Peñalosa desarrolla a profundidad cada uno de estos temas en este libro que se constituye en una guía imprescindible para cualquier persona que quiera conocer y aprender de urbanismo.

El nuevo libro de Enrique Peñalosa es además una reflexión sobre las formas de vivir que queremos para todos. También nos recuerda que el crecimiento demográfico y la transformación de las poblaciones nos plantean nuevos retos que en nuestro país debemos asumir, priorizando las condiciones del mundo contemporáneo, «en Colombia es más necesaria una reforma urbana, que una reforma agraria», afirma. En definitiva un personaje que nos ha puesto a pensar en el impacto en nuestras vidas del diseño de las ciudades donde vivimos, y cuya entrevista completa en COMELIBROS presentamos a continuación:

La lucha histórica de las mujeres en la escritura

Por: Irene María de Sousa
Este 8 de marzo se conmemora otro Día Internacional de la Mujer y he querido recordar a las escritoras, las mujeres que desde tiempos inmemoriales han luchado por tener una voz dentro de las distintas sociedades del mundo enfrentándose muchas veces al ventajismo y a la imposibilidad de darse a conocer.

Virginia Woolf aseguraba que en la historia “Anónimo” era una mujer, y exhortaba a escribir con libertad, puesto que durante muchos años se nos fue prohibido. No por nada Woolf hacía tal aseveración, las hermanas Brontë empezaron a escribir utilizando nombres masculinos por miedo a que fueran descubiertas y puestas en ridículo por tal “osadía”, pero quizá la historia de las talentosas hermanas haya sido sencilla en comparación a la de otras escritoras que fueron silenciadas por sus propios esposos, quienes se apoderaron de su éxito durante bastante tiempo.

Tal es el caso de la también británica Mary Shelley, la autora del famoso personaje de ficción “Frankenstein”, su esposo se habría quedado de buena gana con los créditos de la obra hasta que ella exigió el reconocimiento de su autoría, aun sabiendo que eso podría acabar con su relación. Otros caso más dramático lo protagonizó la escritora francesa Sidonie-Gabrielle Colette, quien era encerrada por su esposo durante horas para que escribiera con mayor rapidez. El cónyuge, un importante hombre de negocios, fue reconocido por mucho tiempo como el reconocido autor de “Claudine” y saltó a la fama, relegando a la sombra a la verdadera creadora. Más tarde, Colette pudo comprobar su autoría, gracias a que recuperó sus escritos de puño y letra.

Pero las escritoras desde otrora hasta la actualidad, no sólo se han enfrentado al ventajismo de hombres que han querido robar su trabajo, sino que también han vivido el anonimato a causa de la poca o nula promoción de sus trabajos. Algunas obras de mujeres célebres han sido desconocidas por la mayoría de la gente, tal es el caso de Lou Andreas Salomé, la escritora rusa que deslumbró al reconocido filósofo Friedrich Nietzsche y trabajó cerca de grandes figuras como Sigmund Freud y Rainer Maria Rilke.

A pesar de que escribió varios libros con contenido filosófico y psicoanalítico como “En la lucha por Dios”, “Ruth” o su autobiografía “Mirada retrospectiva”, la difusión de estas obras sigue siendo escasa. Es complejo conseguir su trabajo en español, y el caso de Lou es sólo uno de muchos. Históricamente, para las mujeres ha sido más difícil darse a conocer por sus obras y recibir el respeto necesario, algo que indudablemente ha detenido a las que no se han sentido capaces de escribir por miedo a no ser reconocidas, a no poder vivir de ello, y mucho menos a obtener como diría Virginia Woolf, “una habitación propia” en la cual dedicarse de lleno al oficio de escribir.

En estos tiempos, especialmente en América Latina, sigue habiendo muy pocas mujeres dedicadas a la escritura, las razones pueden ser evidentes: menos cultura, machismo y falta de recursos. El objetivo para cambiar esta realidad debería ser lograr que la escritura creativa sea una asignatura necesaria, aprovechar el internet en algunos países donde existe una gran brecha económica y los libros resultan muy costosos para las mayorías, o crear más políticas educativas donde exista acceso a las obras, y que los padres y educadores sean capaces de reconocer en las niñas el potencial para escribir y las inviten a perseguir sus sueños, así como con frecuencia son invitadas a participar en concursos de belleza.

Hoy, en el Día Internacional de la Mujer, es inevitable recordar a todas las mujeres silenciadas, porque al fin y al cabo, esta es una fecha que tiene su origen en el atroz silencio al que fueron sumidas las 129 mujeres que murieron en un incendio en la fábrica Cotton de Nueva York, luego de que se declararan en huelga con permanencia en su lugar de trabajo.

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El sueño

Bajo la sombra de un árbol (1)
Por: Édilson Estiven Villada Restrepo*
Esta historia aconteció en un terruño colombiano, en el cual el resplandeciente sol que nace desde el oriente iluminaba las pendientes escarpadas; los sutiles retoños de las hierbas, las fuentes de agua cristalina, flores de vivo color, mariposas aleteando, caracoles deslizándose de roca en roca y aves entonando melodías.

Fue en éste alucinante lugar, en donde un joven se encontraba observando un libro, tendido sobre el tronco de un robusto árbol. Él, quería alumbrar con luz propia, ser viajero del tiempo y la distancia; deseaba superar la agilidad de una salamandra, el vuelo de un zancudo y crear cual artista, obras comparadas con la belleza de un Quetzal para tener inmortalidad como el Fénix. El jovencito era cual noche estrellada, porque vivía de sueño en sueño, tejiendo y destejiendo utopías. De ahí, que cada anhelo que tenía, lo guardaba de memoria en su corazón, para que el viento del olvido no se lo arrebatara fugazmente.

De repente, el muchacho sólo con abrir el libro que tenía en sus manos, sintió cómo una suave brisa lo acarició y un resplandor le iluminó el rostro dejándolo somnoliento. Ya en la ensoñación, escuchó una voz que le decía:

-Letra a letra se hace una palabra, espacio a espacio se construyen párrafos y entre párrafos encontrarás un texto. Soy producto de un alfarero que moldeó el barro para edificar la creación que posees.

-¡Sorprendido!-, el chico trató de despertar pero no fue posible, ya que al hojear las páginas de aquel libro, el eco de la voz lo convencía de permanecer allí. Así que se dio cuenta que estaba experimentando un delirio nunca antes vivido, por ello quiso que fuera inolvidable. Primero aprovechó el instante para descubrir el misterio que guardaba aquel libro y después formuló preguntas que le suscitó el mismo, tales como:

-¿Cuál fue el primer poema?

-A lo que una voz contestó: El primer poema fue aquel que nuestros padres nos deletrearon con el código del alma.

– ¿Qué ardides posee esta obra para embelesarme?-Explícame.

-Y la voz pronunció: Ninguna, sólo palabras. Esas que hacen del hombre historia. Aquellas que revelan las pasiones humanas y plasmadas en un lienzo pueden transformar hombres. Esas palabras son el ser del hombre, su mayor poder contra su fortuita temporalidad terrenal. Esas nada más.

-¿Quién es el encargado de atormentar mi existencia con tal obra?

-Un mortal, que quiso igualarse a los dioses y al escuchar el palpitar de su corazón hizo sus lágrimas símbolos que serían composiciones eternas.-le respondió.

-¿Qué será de mí ante esta quimera?

-Vagar por el mundo, apasionarte por el mundo y enseñar éstas y otras letras más.

-Por último, te ruego voz, que escuches estos humildes vocablos que escribí una noche en que la luna me recordaba una mujer y al terminar quiero que me expliques: ¿qué es poesía?

En silencio siento pasión al recordar, aquel sol fulgente que fue testigo del amor que me dejó mendigo y esclavo sin salida al amar. Ya mi corazón necio no quiso olvidar, esos ojos que me miraron y el tiempo en que me cautivaron, tu candoroso rostro que sonreía y el cabello como se te mecía.

¡Oh! Pobre hombre enamorado porque tristes noches tendrá, días lluviosos lo seguirán y su corazón desangrará, por la herida que el amor causará. Cupido lanzó una flecha veloz el día que te vi pasar, tú recatada no quisiste parar. Instante como ese Fue de locura y fugaz.

De inmediato, el joven esperando respuesta a su incógnita, notó que la voz enmudeció. Se levantó del leño y buscó entre los sonidos de las cigarras y las formas de las nubes aquellas locuciones que le hablaban. Fue después con el caer de las hojas secas de los árboles y con la llegada del crepúsculo que comprendió que nadie le murmuraba, estaba completamente solo. Desde entonces no se ha vuelto a ver al joven que trepaba en los árboles, nadaba en los riachuelos. Unos dicen que abandonó esa tierra para ir a contar a otros el conmovedor evento.

*Licenciado en Educación Básica, con Énfasis en Humanidades Lengua castellana de la Universidad de Antioquia. Nació el 22 de febrero de 1990 en Támesis (Antioquia.). Ha publicado en la revista de la Cooperativa de Profesores de la Universidad de Antioquia (COOPRUDEA). Actualmente es profesor de lengua castellana.